Le pedí que renunciara al humo de la chimenea, al cantar de los grillos, a volar en aviones, al agua dulce, a las mentas, a las fotografías en blanco y negro, al periódico, a los cortes de cabello, a los abrigos, al café por la mañana, a los conciertos de rock, al shampoo, le pedí que ya no nadara en mares artificiales. Que mejor viniera a vivir al fondo del mar conmigo. Le ofrecí a cambio un piso suave, flotar, amaneceres como arcoiris, recorrer el mundo, corales, cantos por la mañana, todo mi amor y vivir para siempre, y no quiso.